sábado, 8 de febrero de 2014

Nunca acabar.

El grito dormido. La voz que carraspea. La piel se vuelve arena. Encarcelados donde nadie ve, ni oye, ni si quiera huele o saborea. En tierra de nadie, donde todos son historia. Donde hay justos, pecadores y el dedo que señala y decide. 
Se pide perdón, que perdonen y olviden. Cómo olvidar lo que un día fue mi vida y al otro lo perdisteis, abandonasteis, desechasteis como si fueran sobras. 

Lo lees o lo ves y parece mentira; todo bélico y fantasía, palabrería, pero no. Ese llanto fue pena, esa amargura desgana, esos huesos olvido.

Menos mal que entre muchos, hay lucecitas que brillan sin nombre ni cartel, porque brillan de verdad. Quienes dieron luz a quién la necesitó y no a quién le sobraba. Quienes no quitaron el hombro por limpiar sus botas o quienes sin esperar una recompensa permanecieron en pié.

A todos ellos.

Memorias vacías.

Cuentos sin nombre.

Pesadillas olvidadas.

Si no se ve, ni se oye, ni se trata de entender, discutir, o plantear.... ¿entonces de qué juzgas? ¿de dónde partes para saber que tú tienes más razón que otro? ¿cual es la ``gota que colma el vaso´´ que separa la vida de las muertes?

Guerra.


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